jueves, 12 de agosto de 2010

perseguido persecuta

.
.
La noche caía lentamente, el barrio iniciaba su ciclo nocturno, durmiendo de a poco el asfalto, los arboles batían sus extremos ante ese viento invernal que todo lo arrastra (yo no me sentía, caminaba normalmente, sabía que estaba caminando, pero no registraba mi existencia). Comenzó a perseguirme apenas doble en la esquina, muy de cerca. Al principio no tuve miedo, aunque mire varias veces hacia atrás, y vi sus piernas largas, su cuerpo cubierto por una masa oscura, no alcance a verle la cara (naturalmente sabía que yo tenía una cara, dos pies y un par de brazos con manos incluidas, pero de a poco en la conciencia iba apareciendo el dibujo, mostrándome lentamente todo lo que soy (representaba) y no percibía).
La luz que tenía enfrente apuntándome directamente me encandilaba y no me dejaba ver gran cosa, más que ayudarme me enceguecía, y en los intentos disimulados de girar la cabeza para ver detrás, mis ojos sostenían esos reflejos que siempre guardan la retina después de ver directo hacia la luz, esas manchas incoloras que se quedan en el centro de nuestra visión, como imágenes que se suceden transparentes e indefinidas.

Confundido continúe, paso a paso, salteando las baldosas flojas donde restos de lluvia aguardaban a salir disparados. La sucesión de recuerdos despejaba mi confundida mente, y entonces asimile que generalmente tenía mente, y también huesos, y aquello que me proseguía, seguía detrás, acechando. Las gotas, los arboles danzando, la luz intermitente del alumbrado público, los últimos autos, todos, tenían su sonido usual, mis pasos, el tren a los lejos, pero él no. Caminaba tras de mí, en esa persecución indiferente, sin emitir ruido alguno, como desconcertado, como si no supiese que lo hacia apropósito, que caminaba por que quería, porque tendría un motivo por el cual continuar amenazando a mis espaldas (pero si, también tenía espalda). Se fue acercando más y más, casi transmutándose con mi cuerpo, él estaba ahí, pero mis sentidos no lo sospechaban, lo creían inexistente. Di media vuelta, mire a mi alrededor y no vi nada, había desaparecido con una velocidad imaginada, entonces dispuesto a seguir, enfocando mi camino de nuevo, mire lentamente por sobre mi hombro, y lo vi, estaba ahí detrás, agazapado, más pequeño, pero presente. Decidí seguir, la luz frente a mi cada vez más brillante y cada vez más arriba, y él a cada paso iba haciéndose más evidente, mas invisible.

(Para ese entonces ya me percibía como realmente era, de cuerpo completo, con todas mis extremidades. Mi conciencia ya estaba consciente y despabilada). El sol ficticio ya casi sobre mí, esos postes realmente altos que emanan un resplandor sucio y amarillo, y detrás, eso que me perseguía, casi abrazándome, yo esperando mi estrangulación final, que salte sobre mí y me aplique la máscara asfixiante, y mi mente viéndolo correr, con mi billetera en la mano, con mi vida tan inútilmente arrebatada por 13 pesos con 15 centavos, una postal de Malvinas y dos tarjetas de débito deshabilitadas. Pero nada de eso, se posó sobre mi, y yo decidido a enfrentarlo, con el coraje en los ojos volví a girar, y al verla no pude hacer nada, ni siquiera contener la risa.
.
.

1 comentario:

  1. Pero nene... faltaba la sangre y era un pedazo de libro de Hitchcock!
    Inquietante podría decir.. quería llegar al final casi sin leer el contenido. Describís muy bien! se nota q te estás tragando libros y libros q te gustan.

    Pd. el toque de humor con las Banelco deshabilitadas! jaja

    ResponderEliminar