sábado, 22 de enero de 2011

Despierta


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El sol te mojaba el pelo, esquivando ágilmente ramas y hojas, se iba desplazando con el paso de la mañana. Acariciando de calor con sus rayos comenzó desde un mechón que quedo apartado, estirado súbitamente, desplegado como una flecha que partía desde tu cabeza o hacia ella.
La luz te palpo en pleno mediodía y avanzando, con un haz que a contra fondo de los árboles y tanto verde parecía nítidamente amarillo con miles de partículas color miel que caían y danzaban dentro de ese tubo de luz inagotable. Eras como un enorme reloj de sol plasmado en la hierba incipiente, en el pasto de los días, de un bosque demasiado apartado del gris hastió.
La soledad te envolvía, y sin embargo no te tocaba, por que por mas que ahí no hubiera nadie, transmitías una energía como de sueño en plena fuga, y no había lugar para pensamientos tristes o lagrimas de ciudad.

El tiempo se suspendía, tus ojos cerrados eran el poema a punto de ser leído, el haz de luz despacio te recorría la frente, entibieciendo la piel con una caricia, subiéndose al puente de tus cejas, creciendo en tu sueño como un fuego blanco que de a poco todo lo iba consumiendo. Y te llamaba.
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